Un recorrido por las barriadas del Madrid de 1986 donde los adolescentes salen a la calle con una única motivación: escuchar música heavy bien alta mientras intentan escapar de sus casas, de sus familias y de una España rancia que sabe de dónde viene pero no a dónde va.
«¿Se ha pasado por algún centro de Secundaria y Bachillerato recientemente? No, seguro que no. Imagino que hace siglos que no pisa un aula real». Gema A. J., profesora de Secundaria.
Las manos pequeñas se encuadra en esa selecta nómina a la que pertenecen títulos como Los chicos terribles de Cocteau o El Señor de las Moscas de William Golding, retratos sin complacencias de la infancia, conmovedores e inquietantes por igual, tan bruscos como líricos, a imagen y semejanza de esa etapa de la vida que Sartre denominó «la edad de la violencia». Marina, de siete años, recién ingresada en un orfanato tras la muerte accidental de sus padres, se convertirá para todas sus compañeras en la admirada y la excluida, en la pauta que permitirá medir la vida que no se ha tenido y en el final del paraíso de la ingenuidad. Como en la vida, el dolor de amar lo que no se comprende se solapa con el sufrimiento de no pertenecer al grupo, hasta que la imaginación crea estrategias para sobreponerse a la realidad e inventa el juego. Un juego que solo podrá ser jugado seriamente, con la violencia con la que solo se juega en la infancia. Una breve e intensa novela que vino a confirmar el pronóstico de Rafael Chirbes en Letra Internacional: «Para mí Barba se ha vuelto un escritor imprescindible.»