Don Artemio nos comenta que en fragante locutorio de San Jerónimo, la melodiosa Sor Juana Inés de la Cruz tenía todas las tardes, antes de vísperas, animadas reuniones con las personas de más pro en la ciudad, que con su joyante séquito de cortesanos, iban a embelesarse con las palabras de esa monja.
Tres ensayos de Cosío Villegas que lo muestran en el dominio de su propia visión de la historia de su tiempo y de un estilo personalísimo, atado al deseo de comunicar, persuadir y estremecer en cada renglón.
Como otros escritos de esta naturaleza, una aguda idea de la justicia y del deber civil atraviesa este libro, que además lleva el toque personal del clásico que es Bustamante.
Este ensayo es el retrato de una de las generaciones más interesantes en la historia moderna de México: la de un grupo de amigos y condiscípulos que se inició a la vida universitaria en medio del fragor de la revolución mexicana.
En cierta ocasión, Abreu Gómez escribió lo siguiente: "Canek, no es bueno o malo, es el libro que mejor refleja mi dolor, el dolor de los humildes, de los indios de mi tierra. Si su lectura aviva la conciencia del hombre frente a la injusticia, me tendré por satisfecho".
Breve elogio de Benjamín Franklin y otros escritos entrega al lector páginas llenas de ingenio, sabiduría, sentido común, agudeza, optimismo y no poca erudición y sarcasmo que invitan a descubrir la complejidad y riqueza de una obra central en el desarrollo de nuestra imaginación literaria.
Recuerdos de El Chamberín, un extenso e infrecuente poema sobre tema charro, es en realidad una suerte de preludio y coda de la gran novela mexicana que Luis G. Inclán (1816-1875) abordó en las páginas de Astucia, su única novela.
En este libro se aprecia con nitidez el deseo de dotar a la joven república de México de un orden racional y justo, en medio del enorme caos político, económico y social que acompañó su nacimiento y construcción como nación.