Se trata de la crónica personal de una fantástica ronda nocturna por la ciudad de México, tocada por la magia, la ironía y lo más efímero de todo: la actualidad, hasta cerrar en un animado Coloquio de los Muertos.
Aquí, Castera define las dimensiones de su narrativa: “Como soñador, soy el primero que sufro cuando el realismo me obliga a descubrir escenas que no quisiera ni pensar; refiero lo que me ha sido referido; no invento, copio; no hay en esto fantasía, hay realidad profunda”.
EI teatro que se realizó en la Nueva España durante tres siglos recorrió los mismos caminos que los de la península: del Renacimiento al neoclasicismo, pasando por el incomparable momento barroco que representa el Siglo de Oro. A pesar de su desarrollo paralelo con la metrópolis, la literatura dramática novohispana fue incorporando las realidades humanas y sociales que configuraron una personalidad propia en los corrales y coliseos virreinales.