Maquila: Dícese de la porción de grano, harina o aceite que corresponde al molinero por la molienda. Así define este término el Diccionario de la Real Academia Española. El mismo que da nombre a la nueva y magnífica novela de Rafael Cabanillas Saldaña. Una obra que confirma la extraordinaria calidad de su escritura, ya mostrada en la exitosa saga En la Raya del Infinito que componen las obras Quercus, Enjambre y Valhondo, con las que Maquila enlaza, al tiempo que explora nuevos territorios, temáticas y vivencias. Todo en Maquila es sensibilidad a flor de piel. Denuncia, aviso y compromiso ante un mundo que se desvanece, como también lo hace la vida de los seres más queridos del protagonista de este relato. Porque ese antiguo pago que el molinero recibía por su trabajo se transforma en la novela en una deslumbrante metáfora; en la sisa que la vida se cobra en su decurso; en el dolor de la pérdida, pero también, en el soplo regenerador de la esperanza, rasgo inseparable de todo el quehacer literario del autor. Con admirable maestría Cabanillas vuelve en Maquila al singular espacio de sus anteriores narraciones, a ese topos azotado por el abandono, la pobreza, la injusticia y el desamparo. Y, al mismo tiempo, se adentra en su mundo más íntimo y personal, allí donde habitan sueños y decepciones, anhelos y derrotas, recuerdos dulces y amargos, hasta componer, en insólita armonía, una obra arrebatadora, que agita el corazón y avienta el alma. Maquila es una novela excepcional, que a ningún lector dejará indiferente y en todos afirmará la certeza de encontrarse ante un texto imperecedero. De esos que, venciendo el paso inexorable del tiempo, por su verdad, por su belleza, perdurarán en la memoria. Al que siempre retornar para hallar el latido y la guía que solo puede aportar la gran literatura.
Nueva York, 1940. J. D. Salinger es un chico larguirucho de veintiún años. Escribe relatos e intenta que se los publiquen las revistas literarias del momento. Oona O’Neill tiene quince años y es hija del gran dramaturgo Eugene O’Neill. Es tremendamente bella y se codea con lo más granado de la sociedad neoyorquina. Oona y Salinger se conocen y salen durante un tiempo. Pero al cabo de dos años, tras el bombardeo de Pearl Harbor, Salinger se alista en el ejército y se separan. Él participa en el desembarco de Normandía y ella se casa en 1943 con Charles Chaplin, con quien permanecerá hasta la muerte de él, en 1977, y tendrá ocho hijos. Salinger escribe a Oona cartas que nunca han salido a la luz. Hasta aquí los hechos conocidos. Pero Frédéric Beigbeder, fascinado por los protagonistas de este relato interrumpido, decide contarnos la historia entera. Rellena los huecos, recrea lugares y ambientes, fabula diálogos. Incluso reescribe las cartas de los amantes e imagina un último encuentro fugaz, al cabo de cuarenta años, en Grand Central Station. En un inteligente ejercicio de historia ficción, o de faction, como lo llama él, consigue conmovernos con la historia de amor y desamor de dos personajes que terminaron teniendo su papel en la historia del siglo XX. Y, por el camino, el autor nos habla del Nueva York de los años cuarenta, de la Segunda Guerra Mundial, de cine, de literatura. Y da voz a Truman Capote, Ernest Hemingway o Charlie Chaplin, entre otros. Y escribe también, cómo no, sobre sí mismo. Sobre su obsesión por seguir siendo joven a pesar de la edad, su admiración por el autor de El guardián entre el centeno y su amor platónico por Oona, sobre su condición de escritor. Y hasta sobre su romance con su actual esposa, veinticinco años más joven que él, que quiere ver como un reflejo de la relación entre Chaplin y Oona O’Neill, o entre Salinger y sus jóvenes amantes. Socarrón, como siempre, Beigbeder salpimenta el conjunto con sus acostumbradas píldoras de sabiduría vital: «La vejez es cuando empiezas a tener tiempo para interesarte por los nombres de los pájaros.»
Con Enjambre, Rafael Cabanillas nos regala una nueva novela espléndida, enraizada, por méritos propios, con lo mejor de la literatura española contemporánea. Si su deslumbrante Quercus supuso la revelación plena de un escritor que, como pocos, ha sabido conceder a tantos olvidados la voz a ellos debida, Enjambre retorna a idéntico topos, real e imaginario. A la existencia dolorida y, a pesar de ello, esperanzada de quienes, víctimas del abandono y la codicia, vivieron y viven en la España vaciada. Cuantos, al leer Quercus, quedaran, como yo, fascinados por la esplendidez de esa obra magnífica, tienen ahora la feliz oportunidad de reencontrar en Enjambre el prodigio de la prosa de Cabanillas; su lenguaje rico, preciso y rescatado; sus personajes memorables, nacidos de las sombras anónimas de la Historia: mujeres y hombres que ahora cobran vida desde el silencio, para hacernos testigos de su dolor y de su ejemplar heroísmo. Ese es el don de la verdadera Literatura: penetrar más allá de lo objetivo. Transitar por las entrañas más genuinas y vulnerables de lo humano. Convertir en arte las palabras para, a través de ellas, mostrarnos quiénes somos, de dónde venimos y el horizonte al que debemos aspirar. Todo ello, y mucho más, lo hallará con plenitud el lector en Enjambre, una obra imprescindible para quienes, desde la memoria, deseen la construcción de un mundo basado en la equidad, la fraternidad y la justicia