Tras años de incertidumbre emocional, Frank Bascombe se encuentra instalado en una madurez relativamente feliz. Sigue trabajando como agente inmobiliario, ahora en la empresa que posee en Sea-Clift, donde se fue a vivir junto a su segunda esposa. Inesperadamente, ésta le abandona. Poco después descubre que padece un cáncer de próstata. Se resquebraja así su bienestar. De nuevo acompañaremos a Bascombe en sus travesías por las carreteras de Nueva Jersey, mientras hace balance de su vida. «No hay escape de la vida, hay que afrontarla en su totalidad», concluye Bascombe: ante la toma de conciencia del propio final intentará aceptarse a sí mismo y a los que le rodean, un proceso nada sencillo para alguien tan desligado de sus sentimientos. Un extraordinario cierre a una gran trilogía.
Un libro tan despiadado como lleno de humor y ternura que ofrece una imagen completa de la vida sentimental e intelectual de uno de los mayores exponentes de la literatura latinoamericana.
"El lúcido Martín Franco ha escrito una novela tensa, compacta, con pulso de equilibrista, que nos prueba que solemos condenar en público a los demás por los pecados que cometemos nosotros mismos en privado: Gente como nosotros es un triángulo amoroso mientras se cae el mundo, una crónica policiaca, una obra de teatro escueta y un relato de iniciación resignado a la guerra, que pide un minuto de silencio antes de juzgar", Ricardo Silva Romero
El hallazgo de un cadáver en el pantano de Olba pone en marcha la narración. Su protagonista, Esteban, se ha visto obligado a cerrar la carpintería de la que era dueño, dejando en el paro a los que trabajaban para él. Mientras se encarga de cuidar a su padre, enfermo en fase terminal, Esteban indaga en los motivos de una ruina que asume en su doble papel de víctima y de verdugo, y entre cuyos escombros encontramos los valores que han regido una sociedad, un mundo y un tiempo. La novela nos obliga a mirar hacia ese espacio fangoso que siempre estuvo ahí, aunque durante años nadie parecía estar dispuesto a asumirlo, a la vez lugar de uso y abismo donde se han ocultado delitos y se han lavado conciencias privadas y públicas. Heredero de la mejor tradición del realismo, el estilo de En la orilla se sostiene por un lenguaje directo y un tono obsesivo que atrapa al lector desde la primera línea volviéndolo cómplice.