La historia desconocida de una de las periodistas más influyentes de Colombia y quien hoy se perfila como una de las principales candidatas a la presidencia de la república.
Dani Vázquez Sallés narra en este ensayo la épica vida de su hijo Marc, que murió tras una larga y admirable lucha contra la enfermedad. Escrito desde la escalofriante soledad de una minúscula isla griega, El Príncipe y la muerte explica, con ternura pero sin caer en el falso sentimentalismo, cada uno de los obstáculos médicos, vitales y emocionales que Marc tuvo que superar con una entereza y una serenidad impropias de un niño, así como el camino de dudas y sufrimiento que su madre y su padre –narrador y autor del libro– vivieron, inseparables, a su lado.
Un relato a la vez crudo y sensible, por el que transitan multitud de personas, todas con sus luces y sus sombras, salpicado de pequeñas derrotas y grandes victorias, que nos recuerda que el poder de la escritura es quizás el último recurso que tenemos para superar las grandes adversidades. Una impresionante narración que, hablando de la muerte, se convierte en un gran himno a la vida.
Ruano había llegado a París dos años antes, alcoholizado, y por primera vez en su vida dejó de escribir y trabajar. ¿De dónde sacaba el dinero para tanto viaje y tanto champán? Cruzó como un pícaro del Siglo de Oro la Europa más oscura del siglo XX, y lo más inquietante no es lo que hizo, sino la cantidad de gente que hizo lo mismo que él. Españoles turbios en el París ocupado, de derechas e izquierdas, ciudadanos de un régimen amigo de Berlín en la antesala de Auschwitz. Son muchos los periodistas, poetas y editores que han apuntado la gran sospecha: en París, Ruano se habría lucrado engañando y robando a judíos desesperados. Se rumoreaba en El Chiringuito de Sitges, donde se escondió huyendo de la Resistencia francesa. Se lo comentaban unos a otros entre las tazas del Café Gijón. Hubo quien lo relacionó con otra sospecha todavía más negra: la matanza y expolio de judíos que huían por Andorra. Pero no había una sola prueba. Y Ruano, con sus medios silencios, gozaba en secreto de su intrigante leyenda. «París en plena ocupación era más divertido que dramático», recordaba. ¿Qué hizo él en ese París tan «divertido»?