4t. Premi Llibres Anagrama de Novel·la
Primer hi ha la tempesta i el llamp i la mort d’en
Primero llegan la tormenta y el rayo y la muerte de Domènec, el campesino poeta. Luego, Dolceta, que no puede parar de reír mientras cuenta las historias de las cuatro mujeres a las que colgaron por brujas. Sió, que tiene que criar sola a Mia e Hilari ahí arriba en Matavaques. Y las trompetas de los muertos, que, con su sombrero negro y apetitoso, anuncian la inmutabilidad del ciclo de la vida.
Canto yo y la montaña baila es una novela en la que toman la palabra mujeres y hombres, fantasmas y mujeres de agua, nubes y setas, perros y corzos que habitan entre Camprodon y Prats de Molló, en los Pirineos. Una zona de alta montaña y de frontera que, más allá de la leyenda, conserva la memoria de siglos de lucha por la supervivencia, de persecuciones guiadas por la ignorancia y el fanatismo, de guerras fratricidas, pero que encarna también una belleza a la que no le hacen falta muchos adjetivos. Un terreno fértil para liberar la imaginación y el pensamiento, las ganas de hablar y de contar historias. Un lugar, quizás, para empezar de nuevo y encontrar cierta redención.
De la obra de Irene Solà se ha dicho: «Lo que triunfa en todo el relato es la alegría de narrar» (Ponç Puigdevall, El País); «El oficio narrativo entendido como un esfuerzo de construcción, de ir y volver, de no dar nada por bueno a la primera, de jugar con la fina línea que separa la realidad y la ficción» (Esteve Plantada, Nació Digital).
Canto yo y la montaña baila ha sido finalista del Premio Jan Michalski, que recompensa una «obra de la literatura universal, de todos los géneros literarios, independientemente de la lengua en que esté escrita», haciendo hincapié en el aspecto multicultural de la literatura. Kapka Kassabova, miembro del jurado que ha propuesto la obra de Solà, ha dicho de ella que es «una obra maestra del nuevo tipo de literatura que estoy buscando, una literatura que une el mundo sensible en una página tan viva como un valle, y donde la tierra misma habla cuando los humanos se han quedado sin las palabras habituales».