Durante décadas, la Difunta Correa monopolizó la devoción de los viajeros argentinos. Botellas con agua, placas, flores, velas eran dejadas por conductores de automóviles, ómnibus y camiones en miles de altares dispersos en las rutas, pidiendo protección o agradeciendo milagros cumplidos. A mediados de los años noventa esa devoción empezó a ceder ante los embates del culto al Gauchito Gil, que se...