Superar lo moralmente reprobable, lo pecaminoso, lo perverso, la mezquindad, el
egocentrismo, o cualquier otra manifestación de lo que llamamos “el mal”, ha sido una
inspiración para religiones y estudiosos de la conducta humana durante siglos. Pero el mal
es escurridizo, principalmente porque tendemos a verlo como algo externo a nosotros. Solo
una humanidad realista y despierta puede controlarlo ...