Marinola tiene seis años en medio de un convulso 1968 uruguayo, en el seno de una familia sobreprotectora, intelectual y politizada, donde juega sola, lee mucho y tiene intereses bien diferentes al resto de los niños de su edad: la política, los dinosaurios, los platos voladores y el ocultismo.
Su abuelo había sido secretario privado de don Pepe Batlle y su madre había trabajado en el diario El Dí...