Durante décadas, los economistas han estado obsesionados con combatir la inflación, reducir los déficits públicos y desaconsejar a los inversores la asunción de riesgos excesivos. Pero, tras el estallido de la crisis de 2008, esta creencia ha quedado en entredicho. Ante el peor desastre económico desde el crac de 1929, la reacción de las autoridades económicas ha sido con frecuencia demasiado prud...