El temido «efecto 2000» casi nos hace atragantarnos con las uvas hace ahora tres lustros. La incertidumbre se apoderó de todos e incluso altos cargos políticos se vieron confinados en búnkeres de seguridad para celebrar la entrada del nuevo año. Pero no pasó nada: los ordenadores no sufrieron ningún colapso y las batidoras no se rebelaron contra sus dueños. Y, emocionalmente al menos, empezó el si...