Entre las conspiraciones conceptuales de Don DeLillo y las ficciones errantes de W. G. Sebald, Carlos Fonseca vuelve con una novela rabiosamente contemporánea, impresionantemente ambiciosa.
El libro tibetano de los muertos es un clásico de la sabiduría budista tibetana, una guía con instrucciones para que el difunto alcance la iluminación.
¿Quién es capaz de resumir su propia vida en trescientas palabras? Marcos, el científico protagonista de esta fantástica novela de Andrés Barba, se golpea la cabeza sin descanso contra ese imposible durante unas navidades, mientras su mujer y su cuñado, un célebre cómico retirado con una delirante y compleja trayectoria política, se reúnen por primera vez en el año de la muerte de su madre. Con su habitual maestría para los espacios íntimos Barba nos presenta una novela sobre la identidad pero también la familia, el humor, el deseo y la sorpresa que siempre supone el verdadero descubrimiento del otro. Una novela indispensable de quien es ya sin discusión uno de los escritores más importantes de su generación en lengua española.
«Una novela sobre la crueldad del destino, que nos obliga a encontrar el valor para llevar a cabo un último acto de amor, a pesar del desgarro de tener que elegir entre lo correcto y lo legal.»
La primera novela de Elena Medel: un recorrido por las últimas décadas de la historia de España y un retrato lírico y honesto de dos mujeres trabajadoras.
Trudy mantiene una relación adúltera con Claude, hermano de su marido John. Éste, poeta y editor de poesía, es un soñador depresivo con tendencia a la obesidad cuyo matrimonio se está desintegrando. Claude es más pragmático y trabaja en negocios inmobiliarios. La pareja de amantes concibe un plan: asesinar a John envenenándolo. El motivo: una mansión georgiana valorada en unos ocho millones de libras que, si John muere, heredará Trudy. Pero resulta que hay un testigo de esta maquinación criminal: el feto que Trudy lleva en sus entrañas. Y en una pirueta de triple salto mortal que parece imposible de sostener pero le sale redonda, McEwan convierte al feto –al que todavía no han puesto nombre porque no ha nacido– en el narrador de la novela, desde la primera página hasta la última. Lo que sigue es una mezcla genial de comedia negra, trama detectivesca y astuta reescritura intrauterina de un gran clásico, por cuyas páginas asoman también una joven poetisa amante de John y una bregada inspectora de policía. Pero además de observar desde primera fila los preparativos del asesinato de su padre a manos de su madre, el feto filosofa sobre el mundo y la vida, lanza preguntas incómodas y se lo cuestiona todo, mientras las copas de vino –y alguna bebida de más graduación– que bebe su madre tienen efectos mareantes sobre él. Jugando con un narrador inaudito, Ian McEwan plantea un audaz experimento literario que es un auténtico tour de force sólo al alcance de un escritor superdotado. Y el resultado es una novela redonda que avanza con el palpitante ritmo de un thriller, trufada del mejor humor británico.