"Y entonces, mientras su mano se marchaba, alzó la cabeza para descubrir de entre el cielo nublado de siempre, los tímidos rayos del atardecer que se colaban entre el degradado suave para trazar como un peine de cobre el cielo, como la cabellera de un alguien que sólo él recordaba y se alejaba en el horizonte."
No hay nada como el humor para salvarnos de la insana tentación de tomarnos demasiado en serio y de esas grandes necedades que son la vanidad, la pedantería y la solemnidad.