Comparada con Los puentes de Madison, esta historia, con suculentas referencias gastronómicas, enmarca la vida de dos personajes solitarios cuya compañía, pese a la distancia, les motivará a enfrentar sus crisis emocionales, amorosas e intelectuales.
Fino, quien tras veintidós años de vivir en la playa desértica y paradisiaca del Palomar, una mañana decide emprender un viaje de regreso a lo que queda de la ciudad para desenterrar su pasado.
En esta secuela de El estigma del alacrán, Matt, el gobernante adolescente de su país, deberá regir una tierra llena de eejits y posibles enemigos, un reto no solo difícil sino peligroso.