Ficción moderna y contemporánea: general y literaria





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Ésta es la historia de Cleo, joven poeta residente en La Habana, una autora bajo sospecha. La Seguridad del Estado y el Ministerio de Cultura creen que su éxito ha sido construido por «el enemigo» como un arma de desestabilización, una invención de la CIA. Para determinado grupo de intelectuales del exilio, en cambio, Cleo es, con sus aires críticos, una infiltrada de la inteligencia cubana. Atrapada en este vaivén de elucubraciones, prohibida e ignorada en Cuba, Cleo es la controvertida pero exitosa escritora traducida a varias lenguas que estremece a quienes la leen fuera de la isla. Sus textos narran el final de un largo proceso revolucionario de casi sesenta años. El domingo de una intensa semana de revolución que ya ha conocido dos siglos. Enclaustrada en una hermosa mansión de El Vedado bajo la maravillosa luz de una ciudad detenida en el tiempo, Cleo vive una aventura sentimental con un actor de Hollywood al mismo tiempo que «descubre» a sus padres y resiste en un país que la culpa por su gran pecado: escribir lo que piensa. Mientras Wendy Guerra creaba esta ficción en La Habana, la realidad entraba por la ventana, modificando la trama e interviniendo en ella, contaminando, con sus procesos históricos, los sucesos dramáticos que aquí se narran en tiempo real. Con esta novela, Guerra se confirma como una de las autoras latinoamericanas más agudas y sofisticadas en la construcción de sus historias. Una obra marcada por el fino humor con el que esboza la tragedia cubana, por la naturalidad con la que describe sin prejuicios una realidad que conoce al dedillo y por el lenguaje sonoro con que evoca una ciudad asediada por la música, el mar y la política cotidiana.


El invitado amargo empieza con el anuncio de la muerte del padre en una escena de cama de su hijo, y termina, al cabo de más de tres décadas, el mismo día del año y en la misma casa, donde la entrada de unos ladrones hace salir de una caja negra el pasado de dos amantes.
En el transcurso, no siempre lineal, de ese tiempo iniciado por el encuentro de un escritor de treinta y cinco años y un joven estudiante que escribe versos, el libro se despliega como una novela de la memoria, un recuento verídico tratado con los dispositivos de la ficción. Pero también como un ensayo narrativo sobre las ilusiones y los resentimientos del amor, y como un doble autorretrato con paisaje –el de la España cambiante de los años 1980– y con figuras, una rica galería de personas reales, algunas sobradamente conocidas, tratadas como personajes o testigos de una tragicomedia de la felicidad, la infidelidad, las búsquedas personales y el anhelo de lo que pudo ser.
Luis Cremades y Vicente Molina Foix han escrito de un modo singular pero separadamente este libro sin precedentes. En la libertad mutua de rememorar por separado, en la importancia dada a lo que pusieron por escrito mientras se amaban y se traicionaban, los autores reencuentran el territorio común de la palabra para mirarse desde el presente tratando de recuperar con desnuda autenticidad, sin nostalgia, lo que esos espejos contuvieron en su día y han dejado como poso.
Y lo han hecho, como ellos mismos señalan irónicamente, siguiendo el patrón del «folletín» en el sentido original del término: cada capítulo, firmado en alternancia por ambos, se escribía sin previo acuerdo y le llegaba al otro manteniendo la intriga, como en las novelas del siglo XIX. Con la diferencia de que en ese feuilleton en 64 capítulos los dos protagonistas-lectores sabían el final, pero no las sorpresas y revelaciones que su propia historia les podía deparar.
En este libro, que no dejará indiferente a ningún lector, asistimos a la demostración de la probada maestría de Molina Foix y a la revelación narrativa de un poeta, largo tiempo en silencio.
«Emocionante autobiografía a dos voces […] que reconstruye, a partir de una veintena de cartas intercambiadas entre sus protagonistas, la memoria de una historia de amor (y desamor) y de las vidas de quienes se amaron, prolongada a lo largo de 34 años en los que (nos) pasaron muchas cosas. Un libro hermoso y valiente, y en cierto sentido crepuscular, que viene a corroborar que “todos los hombres y todas las mujeres, en todas las combinaciones posibles de emparejamiento, se aman igual, al menos externamente”» (Manuel Rodríguez Rivero, El País).
«Una de las novelas más conmovedoras e inteligentes que he leído en los últimos meses es El invitado amargo, donde Vicente Molina Foix y Luis Cremades reconcilian a dos voces los recuerdos de su relación íntima a principios de los años ochenta» (David Trueba, El País).
«El mejor lado de este libro dual: el desnudamiento de la pasión amorosa y su caída hasta la inquina… El conjunto resulta óptimo… Un libro grande, atractivo y original… Una obra singular y distinta. Con garra» (Luis Antonio de Villena, El Mundo).
«Un texto biográfico a medio camino entre las memorias y la autoficción… Para el joven Cremades resulta ser una dolorosa historia de aprendizaje e iniciación. Para Molina Foix se aproxima más a una reflexión madura sobre la búsqueda de la felicidad» (María Bengoa, El Correo Español).
«Estupendo novelón, que al mismo tiempo es larga crónica de la vida literaria madrileña y tumultuosa espita de todos los fuegos: El invitado amargo… Chisporroteante y lúbrica vida literaria… La exigencia de la literatura –por encima de la vida- y sus mordiscos más sabrosos. Arde la vocación, sí, y crujen o patinan los dientes en el texto recién publicado…» (Diego Medrano, El Comercio).
«A los infrecuentes casos de escritura de un texto unitario compartida por varios autores aporta El invitado amargo un planteamiento novedoso, que yo sepa, y de afortunada originalidad… Este libro de género indefinido -¿novela, crónica, autobiografía?- podría haberse ceñido a su meollo, los vericuetos transitados por una difícil relación amorosa, pero alcanzan un valor documental no secundario… Intensidad y hondura de la novela amorosa, que se despliega por varios frentes» (Santos Sanz Villanueva, El Mundo).
«La lectura es trepidante tanto por la pericia narrativa, como por el hecho de que no se ahorra ni el detalle escabroso ni el nombre y apellido» (Marta Sanz, El Confidencial).
«Una agradable sorpresa… El invitado amargo cuenta la relación autobiográfica entre un escritor de treinta y cinco años y un joven estudiante que escribe versos. Pero sobre todo es el retrato cercano, fresco y sin complejos ni medias tintas de la España de los años 1980 con personajes reales que hacían de la noche un espacio común de expansión creativa» (Natalio Blanco, Cambio 16).
«El resultado de la novela es magnífico, pero sobre todo es sentimentalmente limpio. El deseo de transparencia (imposible) y de búsqueda es tan honesto por ambas partes que, en lo más negro de la noche, se percibe que la luz está ahí, aunque no pueda verse… Lo que se ofrece finalmente es una radiografía del amor o cuando menos un paisaje de la pasión, doliente e inmensamente iluminador» (Alejandro Gándara, El Escorpión).
«A pesar del pudor, las veladuras y claroscuros, este espléndido libro posee una cualidad tan emotiva como obscena» (Juan Francisco Ferré, Sur).
«Cremades en los últimos capítulos proporciona lo que parece el germen de un nuevo libro sobre sus circunstancias actuales. Molina Foix, por otra parte, se va consagrando, paso a paso, como uno de los grandes nombres de nuestra literatura y un estilista impecable» (Enrique Juncosa, Última Hora Ibiza).
«Apasionante… La tremenda originalidad del planteamiento no puede hurtar al libro su rango literario. Es novela y, como la gran novela actual, hace de la autobiografía excelente materia narrativa» (Joaquín Pérez Azaústre, diarioabierto.es).
«Las cartas de Molina Foix y Cremades ofrecen momentos de exquisita ironía, y la honestidad con que ambos reconocen la deshonestidad de aquellos tiempos es merecedora de admiración… Toda obra literaria, aún aquellas aparentemente ligeras, son un acto de fe, un compromiso con la comunidad de lectores y una inversión en los valores eternos de la palabra escrita. Y la conciencia de los autores respecto a esto, es lo que da un hálito de universalidad a su pequeña historia de amor, hace que estas memorias a dos, leves, frívolas a veces, sean mucho, mucho más» (Michael Kerrigan, The Times Literary Supplement).


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