Encumbrado, cuando aún no había cumplido 25 años, a la conducción de la principal organización armada de entonces, en poco más de una década su nombre se convirtió en uno de los rostros del “demonio” de esa violenta Argentina de los setenta, denostado por propios y extraños. “Asesino”, “traidor”, “elitista”, “cruel”, “militarista”, “cobarde” y muchos otros calificativos similares suelen componer el rompecabezas de quien aparece como la “bestia negra” de la política argentina de los tiempos, por cierto totalitarios y extremos, en que tuvo alto protagonismo. ¿Qué hizo Firmenich para merecer esa condena? Felipe Celesia y Pablo Waisberg tienen una respuesta para esa pregunta.