Una dama extraviada apareció en 1923 y, dos años después, su autora recibió una carta de Francis Scott Fitzgerald, que acababa de publicar El gran Gatsby y estaba preocupado por ciertas similitudes entre ambas novelas que podían alimentar la sospecha de «un caso de plagio». Willa Cather le respondió que no veía motivos para sentirse plagiada, y Scott Fitzgerald respiró aliviado; aunque lo cierto e...