Por asesinatos como el de aquel hombre al que hizo pasar por suicida, Raúl Mendizábal está considerado un sicario de prestigio, un artista cuyo arte queda en las sombras. Esta vez recibe el encargo de matar a Rodolfo Küllpe, de quien no sabe nada ni necesita saber: algo habrá hecho para que esté condenado. Un alto mando de la organización –¿un ministerio?, ¿una agencia de inteligencia?, ¿un comand...