¡Tú no eres nadie!:
"—Chicas, ¿qué os parece? Este famoso doctor me pide que sea su esposa. ¿No es para morirse de risa?
Vio cómo Pedro palidecía. Los otros muchachos, al declararse, no palidecían. Tan sólo reflejaban sus rostros una expresión de súplica, que invitaba a la risa. Pedro había sido diferente a todos. Y ella tuvo rabia, una rabia sorda, que no sabía a ciencia cierta a qué atribuir.
...