Existe una comunión de bajos fondos, conectados entre sí como una trama diabólica sobre la que se dibujan amores y ciudades, puentes levadizos y malentendidos. De los bajos fondos de Buenos Aires en cuyos arrabales se desarrolla Hay que sonreír, a Barcelona, donde un exiliado emprende una pesquisa impulsada por un oscuro deseo (Como la guerra), o a los suburbios de Nueva York, en los que sucede No...