El dios de fuego Kos ha muerto. La llama perpetua que daba calor y electricidad a la ciudad Alt Coulumb —una enorme metrópoli de imponentes pirámides y torres de vidrio negro que arañan el cielo— se ha extinguido. Sin su protección, los generadores de energía colapsarán y cuatro millones de personas se amotinarán.
Sus sacerdotes llaman entonces a Kelethras, Albrecht y Ao, una de las firmas de hech...