Elías de Aldana nunca había olvidado las palabras oídas de niño en boca de su padre, pero la obsesión por conocer el mundo que se abría tras las fronteras de la Tierra de Ayala pudo más que todas las ataduras que le unían a su tierra y a su hogar. En Burgos le aguardaba Guzmán Manrique, su maestro y valedor, quien, fiel a sus promesas, le brindó su casa, su familia y su ayuda, confiado en poder pr...