Nunca me han gustado los hombres más jóvenes que yo —no por nada, sino porque no son mi tipo— y, por supuesto, nunca me han gustado los niñatos a medio hacer —tampoco por nada, sino porque a mí me van más los maduritos interesantes—. Sin embargo, todo eso cambió un maldito bucólico fin de semana en el que él se cruzó en mi camino, con su pelo rubio, revuelto, sus ojos azules y esa sonrisa desdeños...