La muerte inesperada de la bella Marsa ha desquiciado al pobre marqués de Sotoancho. Aunque es verdad que hacía un año que no se veían, era su mujer y, como dice él mismo, «he sentido por ella más que por ninguna otra». No logra quitársela de la cabeza mientras hace los trámites para que traigan sus restos desde Colombia. Ni siquiera la idea de ver a su amante, Manuela —supuesta princesa austríaca...