«Hacía mucho tiempo que él no soñaba. Al principio, durante las primeras semanas en Berlín, tras su liberación del campo de prisioneros de Rusia, donde había permanecido trece años al acabar la Segunda Guerra Mundial, apenas podía dormir. Las pesadillas se repetían una noche tras otra. El dolor, el horror… Pasó días enteros en un estado de estupor, en una especie de limbo, sin conexión con...