Pocos momentos hay más emocionantes y aterradores en la historia europea que la primavera de 1848. Como por arte de magia, en una ciudad tras otra, de Palermo a París, de Berlín a Viena, de Roma a Praga y Budapest, enormes multitudes se reunieron, de forma pacífica o violenta, y el orden político que había prevalecido desde la derrota de Napoleón simplemente se derrumbó. Reyes y emperadores, arist...