Una mañana de enero de hace un par de años, Juan Sklar me escribió para ver si podía mandarme un cuento para una revista en la que yo editaba la sección de ficción. Me lo mandó pero el cuento no se publicó. Tiempo después, me escribió para ver si quería leer el manuscrito de una novela; quería alguien que no fuera complaciente y le había caído bien que yo no quisiera publicar su cuento. Acepté y ...