Escribí “Noche en Opwijk“ en una capital europea de segunda línea, una de esas ciudades-pañuelo que la proa del tren ya ha dejado atrás cuando la amenaza jovial del guarda recién hace vibrar la popa aletargada en la que uno viaja. El cuento -"un testimonio de su experiencia en la ciudad, por favor"- fue la única contraprestación solicitada -con los modales irreprochables de siempre- por los respon...