La eterna división que envuelve el mito de la conducta femenina radica en la necesidad constante de etiquetarnos: eres buena o mala mujer. A diferencia de cómo se entiende esta polaridad en la conducta masculina —que para que se catalogue socialmente a un hombre como malo tiene que haber infringido la ley—, a nosotras las mujeres la maldad nos brota por los poros de la piel. Es necesario, por ello...