La doctora Barber nos descubre que el mal tiene un rostro dolorosamente humano.
«Al llegar, Henry seguía allí. Me dejaron entrar a verlo. Estaba sentado en la celda, vestido de naranja, con las manos esposadas por delante y cabizbajo. Cuando oyó mi voz levantó la cabeza; aunque estaba llorando parecía aliviado de verme. Se levantó. Los guardias me gritaban: "¡Doctora, no lo puede tocar, ya no es s...
La doctora Barber nos descubre que el mal tiene un rostro dolorosamente humano.
«Al llegar, Henry seguía allí. Me dejaron entrar a verlo. Estaba sentado en la celda, vestido de naranja, con las manos esposadas por delante y cabizbajo. Cuando oyó mi voz levantó la cabeza; aunque estaba llorando parecía aliviado de verme. Se levantó. Los guardias me gritaban: "¡Doctora, no lo puede tocar, ya no es s...