Hay pájaros músicos pero no hay pájaros oradores. Lo que, al fin y a la postre, es una suerte. Cuando trina la alondra, Julieta sabe que va a amanecer, y Romeo comprende que es hora de separarse de su amada. Pero ¿qué hubiera sido del inmortal pasaje de Shakespeare si, en vez de la alondra, algún orador alado se hubiera puesto a sermonear desde un árbol? De esta forma inicia Reyes su exploración s...