Manuela de Rosas de Terrero, Manuelita, como la llamaban su familia y sus amigos, pero también la gente humilde, los diplomáticos acreditados ante el gobierno de su padre, los viajeros que registraban con trazos más o menos certeros sus vivencias de la Argentina, y los enemigos de aquel diseminados por América del Sur en un penoso ostracismo, proyectó su presencia mucho más allá de su existencia f...