Tzvetan Todorov, a diferencia de muchos otros autores más famosos que él, no era ni un presuntuoso ni un charlatán. Era un suave intransigente, un intelectual lúcido (desgraciadamente, la expresión no es un pleonasmo), un erudito humilde, un investigador enciclopedista y pedagogo (un contrabandista", decía él), un humanista sin ilusiones y un ciudadano del mundo, moderado y exigente. Por eso es ta...