Felipe Ossa soñaba de joven con ser un gentil ocioso, un exquisito diletante que viviera de la renta, amante el arte y la literatura. La voluble diosa Fortuna y las vicisitudes de la existencia no se lo permitieron. A los dieciocho años comenzó a trabajar en la Librería Nacional y allá aprendió el oficio de librero, que ha ejercido con pasión y sin pausa durante casi sesenta años.
"Mi vida y la de...