Para quienes vivimos la proscripción del peronismo y la del deseo –hablo de mi generación– no nos quedaba otra que desear con culpa a la madre de Ernesto. Todo machista desea a esa mujer prohibida: la puta y la madre. La desea de un modo inconfesable, término tan Castillo. Deseo y vergüenza tiemblan en ese cuento, como el cuerpo entrevisto a través de un deshabillé. Cuando leí esa ejemplar colecci...