"Me enorgullecí siempre de no llamarle papá, de ser capaz de no hacerlo".
Creo que siempre esperé la muerte de mi padre como la prueba definitiva para comprobar si le quería o no. Porque, en el fondo, no me perdoné nunca el quererle. Tampoco me perdonaba el no quererle.
Solo sabía que cuando él muriera, yo, probablemente, podría empezar a quererle en paz.
Nacida a principios de los años setenta, S...