Un día que Zamná, guía de los itzaes, salió al campo en busca de plantas que enriquecieran su herbario, se hirió la mano con la espina de una planta desconocida. Deseoso de vengar a su amado príncipe, uno de sus servidores cortó la espina causante del daño y, al golpearla contra una peña, la espina dejó escapar largas y blancas fibras. Se inició así, entre mito y realidad, la historia del henequén...