16 de septiembre de 1897. Diez de la mañana. Alrededor de la Alameda, en la ciudad de México, una agitada muchedumbre espera el inicio del desfile del día de la Independencia. Todos claman, devotos, cuando la comitiva del presidente Porfirio Díaz aparece al frente de la columna. Todos salvo un hombre, Arnulfo Arroyo, que ya se abre paso entre la multitud. Su propósito es llegar hasta la comitiva, ...