Si algo hemos descubierto en estos años es que España funciona como un gran Monopoly. Una partida a la que sólo están invitados determinados jugadores que se mueven saltando de casilla en casilla, haciendo y deshaciendo, acumulando bienes, cargos y condecoraciones y logrando, sin mucho esfuerzo en algunos casos y por razones poco transparentes, importantes beneficios en forma de contrato, de indul...