En una conocida anécdota, el compositor John Cage cuenta que se introdujo en una cámara anecoica con la esperanza de escuchar el silencio absoluto. Llevaba poco rato encerrado cuando escuchó dos sonidos, uno agudo y otro grave. El ingeniero encargado de la cámara le explicó que el agudo era el ruido de su sistema nervioso y el grave, el de su sangre circulando. «En realidad», concluyó Cage, «por m...