El fuego también purifica. La ausencia llena de luz la oscuridad de los recuerdos. Esa flama que ilumina el insomnio cuando ardo en silencio bajo la sábana. Calienta menos el amor que el desconsuelo. La combustión de la pérdida prende tanto el deseo, como los carbones que deja el relámpago después del miedo. En mi jardín de piedras, fui necio jardinero que aprendió a nombrar la noche, palpando las...