«El 8 de septiembre de 1785, día en que celebra la iglesia la Natividad de la Virgen Santísima Nuestra Señora, en vez de acudir al templo a rezar sus devociones, la desenfadada María Antonia Fernández bajó a pasear en el Prado, a provocar a los galanes y a escandalizar, según tenía de costumbre. Estaba en lo mejor de su edad, como Sol que culmina en el meridiano; famosa por sus conquistas y celebr...