Para el niño que llega al mundo la vida se antoja una fiesta fantástica a la que ha sido convidado sin saberlo y donde le son deparadas sin interrupción las más exquisitas sorpresas. Sus sentidos se abrazan al mundo como una enredadera exuberante. Todo se le presenta inédito y sin nombre. El mundo, alado, no espera a que los ojos vayan donde él; acude por su propio impulso animado de una solicitud...