España siempre ha sido una nación bellamente perfumada, un país donde el “buen olor” siempre ha tenido vigencia. Desde sus primitivos ritos sagrados, con divinidades matriarcales de pechos perforados de los que manaban ricos ungüentos aromáticos de terebinto y ládano hasta forjar una fértil industria perfumera en el noreste peninsular. De Tartessos a Barcelona: una ruta fragante que no da tregua e...