«En aquella época me entretenía leer novelas policíacas. Acababa de leer una de Ross McDonald cuyo nombre no recuerdo, y tuve el capricho de seguir sus pasos a mi manera, más como un homenaje que como parodia. Así empecé y acabé, casi de un tirón, en el plazo de una semana, El misterio de la cripta embrujada. Nunca más he vuelto a escribir con tanta despreocupación ni con tanto placer ni con tanto...