La atracción que las gemas ejercen sobre el ser humano se remonta a nuestros inicios como especie. Sus colores, sus brillos y su rareza han seducido nuestra mirada y provocado que, desde hace milenios, sean símbolo de todo tipo de virtudes y materialización de tesoros y riquezas. Sus mismos nombres son capaces de transportarnos a lugares lejanos y de evocarnos historias fabulosas: esmeraldas, zafi...