El día de Navidad de 1886, Paul Claudel, un joven francés descreído, entró en Nuestra Señora de París e, impactado por la catedral, se convirtió al catolicismo. «En un instante mi corazón fue tocado, y creí […]. Las lágrimas y los sollozos acudieron a mí y el canto tan tierno del Adeste fideles aumentó mi emoción», escribió. Cuarenta años más tarde, en 1926, un enigmático alquimista que firmaba co...