Siempre que escribo un relato corto, tengo la certeza de que he llegado al final. Ya no hay más. Pero las historias raras veces terminan conmigo. Cobran fuerza, peso y complejidad. Comienzan a dar vueltas y ejercen cierta influencia centrífuga. Nunca me planteo mis cuentos como si fueran novelas; sin embargo, parece ser que la forma en que suelo escribir mis novelas (aunque no siempre) consiste en...