Cuando Jero García decidió no volver a subir a un ring como boxeador, sabía que su vida tenía que seguir ligada a la lona, a los guantes y a las dieciséis cuerdas. Su amor por el noble arte del boxeo y su enorme voluntad de ayudar y enseñar a los chicos de su barrio le llevaron a abrir su primer gimnasio y a empezar su nueva familia, con sus nuevos alumnos, sus nuevos hermanos. Esta es una histori...